viernes, 25 de mayo de 2007

el futuro de Rachel


(...) cada vez que se acercaba con el coche a la puerta de casa y me miraba con aquellos ojos pequeños y redondos lo deseaba. Deseaba que pasara el verano para poder ir en busca del frío. (...) Salí una temporada con Rachel. Justo antes de abandonar para siempre el pueblo miope que a duras penas me había visto crecer. Antes también de embarcarme en una desesperada y ególatra, pero necesaria búsqueda de mi mismo. Richmond se difuminaba para mi, y Rachel iba a quedarse para siempre en aquella burbuja aislada del resto del mundo. Aquellas semanas de verano que pasamos juntos fueron amargas y dulces con la misma intensidad y probablemente acabaron por adormecer y confundir mi paladar de tal manera que jamás volví a tener la certeza de nada. Aquella mirada hacía que todo lo demás no me importara. El resto pasaba a habitar zonas de mi inconsciente por las que no tenía intención de pasear jamás. Pero también ella me recordaba a cada momento el futuro que me esperaba allí. No era una mala elección. Pero no era mi elección. Era el futuro perfecto para Rachel. Y un futuro sin sentido para mi. Nada me aseguraba acertar, pero no me quedaba más remedio que intentarlo. Salir de allí. Huir de la comodidad en busca de algo diferente que, aunque me resultara incómodo pudiera disfrutar. Porque en aquella época, yo era ya un gran amante de la imperfección y aquel futuro, como Rachel, era demasiado perfecto para mi. Embriagado por estas contradicciones y algunas más, pasé a su lado aquel corto verano y me enamoré un poco. Con la llegada del frío me despedí. Prometí volver pronto, y no regresé jamás. Lo mejor, y también lo peor de todo, era que nunca iba a saber si había hecho lo correcto.(...)

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